OPM, sin liderazgo
Estuardo Zapeta
Otto
Pérez Molina, lo digo de una vez, ha sido presidente pero no ha ejercido
liderazgo. Ese ha sido el problema fundamental no sólo de este presidente, sino
de una serie de mandatarios (que significa que tendrían que acatar nuestro
mandato) a quienes ese ejercicio les importa un comino una vez llegan al poder.
Debilitado
por una mujer estilo “María Antonieta”, como la nombré recientemente por radio
y por televisión, ese debilitamiento fue una especie de lenta castración.
“Freud” podría resucitar para estudiar este peculiar caso de dominio total de
una “consorte”, para utilizar el lenguaje de la Francia pre-revolucionaria, y
hacer un psicoanálisis del caso de los gobernantes de Guatemala, o como el
vulgo los ha denominado “la pareja presidencial.”
Y si la
Justicia, esa gran ausente en Guatemala, así lo determina, pues tendríamos
entonces una pequeña victoria sobre quienes usan el poder para enriquecerse sin
pena alguna, ya que su premisa –“la vergüenza pasa pero el pisto queda”—es la
que gobierna sus pobres e improductivas vidas.
El
liderazgo implica una Visión, un visionario, y seguidores convencidos y
voluntarios que sigan, no a la persona, sino a la gran idea, el gran sueño, la
gran misión, el gran legado del visionario. Pero ese proceso no se da en el
vacío cultural, sino todo lo opuesto, nace, crece y se alimenta de la Cultura,
al mismo tiempo que la transforma para bien, construye en lugar de destruir,
produce en lugar de quitar y robar, genera nuevos y poderosos liderazgos, en
lugar de destruir los existentes.
Todo ese
proceso se da sobre Valores, y Valores es la primera gran ausencia que miro yo
en la “pareja presidencial.” No tener claros los Valores, mejor dicho no tener
Valores, es el gran error de estos gobernantes. De hecho, por Valores ella y él
han de entender alguna conceptualización económica, y no la obligada visión
axiológica que el quehacer de gobierno demanda.
Gobernantes
sin Valores, sin Visión, sin Principios, se convierten en no más que ratas que
merodean entre la basura de la corrupción, en parásitos que viven y de
enriquecen de lo que otros producimos, en escorias de una sociedad que los
despreciará como al cáncer.
La corrupción
de la cual nos enteramos hoy es sólo el resultado, no la causa, de no tener y
menos ejercer Liderazgo Transformacional. Y que el siguiente, si las encuestas
están en lo correcto, no pretenda engañarnos con el nombrecillo de “líder”,
porque ni de apodo le sirve. Es, para decirlo en lenguaje de ciudadanos
indignados un sábado por la tarde en la Plaza de la Constitución, “tan
sabandija inmunda como los actuales.”
El
presidente Otto Pérez Molina fracasó. Fue quemado en la hoguera de vanidades
que se llama Roxana Baldetti. El fuego de la vanidad los consumió a ambos, y
eso no sería relevante si en su “mariantonietoide” reinado ellos, ya sea por
lealtad, ya sea por interés, ya sea por traición, y sólo ellos se hubieren
quemado. El problema es que esa ausencia de Liderazgo terminó incendiando toda
una Nación.
Ojalá que ese “incendio” de ciudadanía
responsable sea, como en el caso de “María Antonieta”,
el inicio de la Revolución de la Libertad.